
Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, barones y dublés. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados.
Escuché ese tango varias veces durante un tiempo que estuve en Buenos Aires y cantao por un alegre Correntino, pintor de brocha y rodillos. De entonces está archivado en mi disco duro y la relación entre siglo veinte y el cambalache surge casi espontáneamente. Pero con el tiempo me parece que ese incisivo retrato de la humanidad se quedo un poco corto y ahora lo entiendo ya que el tango fue escrito en 1935 cuando apenas había transcurrido un cuarto y pico del siglo. Hoy tenemos el privilegio de mirarle en toda su hondura y extensión y coincidir en que fue un siglo de grandes contrastes: de fantásticas proezas como de bestiales atrocidades. Dentro de esa ambientación los pintores hicieron lo suyo hasta el extremo buscando nuevas soluciones plásticas que dieron origen en algunos casos a furiosas corrientes que abrieron la percepción hacia territorios aún desconocidos, logrando así expandir las posibilidades al arte de la representación pictórica. Aunque para ser más exactos, los artistas de principios del siglo veinte fueron herederos y tomaron prestado soluciones de los pintores post-impresionistas, sobre todo de Cezanne, Gauguin y Van Gogh, siendo de algún modo continuadores de las soluciones finales de cada uno de ellos llevándolas al límite. De aquellas influencias, de las pasiones y angustias de cada uno brotarán las grandes obras maestras de Munch, Modigliani, Picasso, Matisse o Dalí, bellas creaciones del genero humano que nacieron en un siglo que estubo a escasos momentos del exterminio total. De ésta época de extremismos surgen los grandes movimientos del Arte Moderno que aún hoy influyen poderosamente en los artistas contemporáneos: Expresionismo, Cubismo, Fauvismo, Surrealismo, Arte Abstracto, la Performance y muchas subtendencias que surgieron de la mezcla como por ejemplo el Expresionismo Abstracto.
De momento sólo presento la punta del iceberg con sus más célebres creaciones para en otra presentación agregar algo de Miró, De Chirico, Kandinsky, Magritte y Klee.

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La alegria de vivir. Henri Matisse (170x235 cm).
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El gran masturbador. Salvador Dalí. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid (110 x 150 cm).